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Educación y Lucha de Clases

EDUCACIÓN Y LUCHA DE CLASES

UNA MIRADA CRÍTICA[1]

Los seres humanos, desde sus mismos inicios como especie, han tenido que formar una serie de códigos significativos, para comunicarse y dar a entender sus pensamientos y decisiones. En este proceso han pasado por etapas diversas, aunque no por eso carentes de importancia en el contexto actual. Es de anotar, cómo en la comunidad primitiva, donde no existía la propiedad privada sobre la naturaleza y su producción, la comunicación era un hecho cotidiano y sin mayores miramientos, se comunicaba con los gestos, las miradas, el comportamiento y la experiencia. Las pautas de crianza eran claras e iguales para todos los miembros de la tribu o grupo específico. El niño aprendía por el ejemplo y con el ejemplo enseñaba cuando llegaba a una edad más avanzada. La acumulación de experiencias y la vida diaria eran la base de la transmisión de conocimiento. La observación la técnica más aceptada.

Niños, jóvenes y adultos, hacían del compartir, la base del conocimiento. “Gracias a una insensible y espontánea asimilación de su contorno, el niño se iba conformando poco a poco dentro de los moldes reverenciados por el grupo”[2]. El escaso desarrollo de los instrumentos de trabajo, hacía que los grupos de las comunidades primitiva, no llegaran más allá que lo que sus mismas posibilidades físicas les permitieran. El avance lento de la tecnología y las herramientas, estancaban de cierta manera el progresivo avance que se verá llegar con la llegada y afianzamiento del sedentarismo. No había espacio para acumular, lo que hacía que el sistema vital se fundara en un sistema igualitario sin equivalente en el marco del tiempo posterior.

La semblanza de la democracia, donde cada hombre y/o mujer valía igual, tuvo si cimiento en aquella comunidad primitiva. Los niños no eran castigados y en cambio, se castigaba a la madre impaciente que lo hiciera con aquellos[3]. Se dejaba vivir, a condición de que el niño en formación repitiera la fórmula a su debido momento. Sin rangos ni jerarquías, el hombre primitivo se afianzaba al dominio y conocimiento de la Naturaleza. Como decía Aníban Ponce, “su conciencia era un fragmento de la conciencia social y se desenvolvía dentro de ella”.[4]

La acumulación de bienes fue el detonante en el surgimiento de nuevas formas de asociación y vinculación social. La producción de excedentes, poco a poco llevó a que aquellas personas encargadas del cuido y distribución de dichos excedentes, se fueran alzando cada vez un poco más con una especie de jerarquía social reconocida y aceptada por el conjunto en general de personas. Guardianes de riqueza (natural), las personas que detentaban esta situación, empezaron a empoderarse dentro de su propio grupo social y a hacer uso de esta, su nueva y privilegiada situación. Surgen allí, los rudimentos de lo que será la futura y permanente lucha de clases. La desigualdad y el abuso de poder hacen su aparición ante la mirada indiferente y la ignorancia de una base social que se va aislando de los círculos de poder. Los guardianes de los excedentes, se alzan como guardianes de la sociedad, se crean vínculos de dependencia y obediencia, ajenos a la comunidad primitiva y se someten grandes grupos poblacionales, al trabajo necesario para la continuidad de la vida grupal, o para asegurar la propia subsistencia, en el caso de grupos humanos sometidos por la fuerza al trabajo forzado. Trabajo a cambio de vida, la vida misma se convirtió en un bien transaccional.

“La aparición de las clases sociales tuvo probablemente un doble origen; el escaso rendimiento del trabajo humano y la sustitución de la propiedad común por la propiedad privada”[5]. El aumento en la producción de bienes y servicios y el parcelamiento de los bienes naturales, son causa también de gran parte de los males que nos aquejan y nos han aquejado desde su aparición; la educación ha sido el medio por el cual tales desigualdades se han transmitido en el tiempo y es también el vehículo a través del cual debemos procurar llegar a un mundo en el cual la igualdad y la libertad sean tan necesarios como los bienes materiales de subsistencia.

La educación, desde su mismo origen, ha tratado de garantizar al ser humano las condiciones mínimas de existencia y ha intentado en multiplicidad de ocasiones sembrar las bases de lo que será un firme y duradero contrato social. Lecciones que hemos dejado en el olvido, como las que nos dejaron las comunidades primitivas, sobre la libertad, la igualdad y entrega a un grupo social, deben ser referentes de acción y reflexión para una actualidad ávida de conocimiento, y generosa en  contradicciones. Somos frutos de una misma especie y como tal debemos relacionarnos. La educación debe ser el camino a seguir para volver a nuestras bases, encontrar de nuevo en la Naturaleza la fuente de vida que nos ha mantenido en pie desde nuestra aparición en el planeta y buscar desde nuestro accionar la conjugación de bienestar y desarrollo que nos permita seguir siendo habitantes de este planeta vivo[6].


[1] Basado en la lectura de PONCE, Aníbal. “Educación y Lucha de Clases, una visión marxista leninista” capítulos I y II.. Documento Nº 34. Publicación del diario de la Juventud. Agosto 2010. p. 4 – 10

[2] Ibid, p. 4.

[3] Ibid

[4] Ibid, p. 5

[5] Ibid

[6] DIAZ PRADO, Fredy Hernán. Estudiante de primer semestre de la Licenciatura en Ciencias Sociales de la Universidad del Tolima. Agosto 29 de 2011. Para el curso de Propedéutica.

 

Una respuesta a “Educación y Lucha de Clases

  1. yeimi martinez

    13/03/2012 at 10:51

    buen contenido el de este libro para darse cuenta como era la educación y como empezaba

     

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